Hasta ahora habíamos vivido una progresión de aumento de prestaciones a nivel hardware que hacían posible que fuera aumentando las prestaciones a nivel software, un ejemplo, los videojuegos en 3D cada vez más definidos.
Aunque la electrónica está avanzando muy rápido y la fabricación de circuitos electrónicos cada vez más pequeños, la verdad es que ya no se estaba consiguiendo reducir los pesos y tamaños de los portátiles (significativamente me refiero).
El hecho de delegar la carga de trabajo sobre servidores centralizados además de ser más eficiente, nos permite que nuestro ordenador requiera menos potencia a nivel de hardware y eso, unido a unos chips fabricados en pocos nanometros, nos ha llevado a crear un ordenador de 10″ en menos de 700g (iPad).
Con el término Cloud Computing, se mudan las aplicaciones de escritorio a servicios web donde pasan a estar centralizadas y controladas por los verdaderos desarrolladores. Sus ventajas, las Apps están siempre disponibles en cualquier lugar y momento 24×365 y rindiendo al 100%, basta ya de peleas con requerimientos de hardware, antivirus, firewalls y demás problemas comunes que traen de cabeza a millones de usuarios, al entrar a cualquier aplicación poseeremos la última versión, siendo esta compatible con todos los dispositivos, sin preocuparnos de nada. Webmails, Docs de Google o Office Live de Microsoft son claros ejemplos de Apps en Internet.
La posibilidad de consumir servicios en Internet con más prestaciones y velocidad que un ordenador convencional evitando el peso y añadiendo practicidad y portabilidad, convierten al Ipad en el claro ejemplo a seguir de la nueva generación de hardware.
A los desarrolladores ya les queda continuar con el desarrollo de nuevas aplicaciones que ofrezcan servicios mejorados a las aplicaciones de escritorio, si se quiere sobrevivir a esta nueva idea del Cloud Computing.
¿Estaremos dispuestos a tener el sentimiento de solo poseer dispositivos de acceso y pagar estos servicios?